by Sara C. Motta
Vuelvo a este blog 10 días después de que fuera inicialmente escrito en forma apresurada, cuando las capas del agotamiento y la necesidad de no volver a la normalidad o de actuar como si todo fuera normal, se vuelven cada vez más urgentes y son palpablemente sentidas[1].
Escribo desde el aislamiento en solitario con mis dos hijos más jóvenes y la tercera llegando la próxima semana, en mi cama, recuperándome de un virus (no ‘el’ virus, creo) y dolor en mis pulmones, vestida en mis pijamas y con el cabello sin lavar. Mi hijo menor está mirando Netflix (¡lo siento, pero no funciona asignarle una tarea con la que pueda entretenerse de las 7 am hasta la hora del almuerzo, como ha sugerido un articulo mas de la Universidad en línea l RMIT acerca de los pasos que hay que seguir para administrar nuestro tiempo durante una pandemia!) ¿Quizás de esta manera puedo asegurarme 20 minutos máximo?).
¿Me pregunto por qué algunas de nuestras voces se ahogan?
De cualquier manera, volvamos al artículo “Profesoras, por favor, lávense el cabello[2]” fue lo que desencadenó la discusión en mi Facebook pero también los muchos otros artículos similares que cruzan las fibras ópticas públicas exigiéndonos como educadoras que seamos profesionales y mantengamos la normalidad cuando impartimos nuestros cursos desde casa.
Tales artículos, aparentemente benignos, incluso que nos causan risa, son más insidiosos de lo que parecen; y necesitan ser cuestionados ya que pueden actuar como un momento ‘pedagógico’ importante para quienes como educadoras nos encontramos en la lucha para salvar, defender, re-imaginar y descolonizar la Universidad. En el sector de la educación superior en Australia, se estima que se perderán hasta 20,000 empleos:
- Como escritoras, debemos asumir nuestra responsabilidad y rendir cuentas a cerca de lo que escribimos y sus consecuencias en las relaciones de poder, sus lógicas, racionalidades y discursos más amplios. Responsabilidad ante las comunidades, comunidades de educadores, comunidades de parientes, comunidades de lucha. Si esto está ausente en la práctica de escritura y las prácticas de pensamiento de un académico, entonces ya estamos en el terreno de la Colonialidad del Ser.
- La escritora [del artículo original] se ha disculpado por su falta de sensibilidad al publicar su texto en este momento, no por el contenido de éste. Y esto se ha mantenido así hasta donde tengo entendido.
- Mi mini-crítica original de dos oraciones de ayer no fue un “ataque” individual contra esta escritora en particular (aunque el punto uno sigue en pie), sino una crítica hacia la violencia inherente en el tipo de micro-gestión y control disciplinario bio-político que el texto, y otros similares, exudan, justifican y refuerzan.
Mi niño de 5 años entra gritando debido a que el Internet se apagó, y ahora se niega a levantarse de la cama intentando pararse encima de la computadora portátil…
esto continúa un rato…
claudico y saco los últimos huevos de chocolate de la pascua …
mi niño desaparece con un huevo de pascua. Está bien, así que ahora de vuelta a la crítica apresurada, aunque mis pulmones están un poco adoloridos de nuevo.
Vaya, ya volvió a por otro huevo de pascua…
Pues bien, en este texto y en muchos otros textos similares que se publican, todas nuestras labores de cuidado (para una misma y para los demás), así como las especificidades y diversidades en las condiciones que estructuran y contienen/ permiten tales labores de cuidado, se consideran signos de pereza, falta de profesionalismo y generalmente comportamientos no propios de ciudadanas. Son elementos innecesarios en el funcionamiento eficiente de la Universidad.
En tales invitaciones al personal y las estudiantes para continuar en la normalidad, es a un sujeto con una raza, clase social y genero particulares al que se le considera la norma del profesionalismo, la razón y la ciudadanía.
Tal sujeto no cuida (u otras se encargan de sus responsabilidades de cuidado), tiene el espacio y el tiempo para separarse del desorden de estas responsabilidades así como de la responsabilidad del cuidado de la vida, es impaciente, instrumental y siempre está buscando oportunidades fructíferas (es decir, traer dinero y prestigio en el caso del profesor) y es infinitamente flexible y siempre esta atento a las demandas de la (ahora) universidad 24/7 (en línea).
Esto no solo reproduce la figura histórica del intelectual universitario, sino también una nueva versión más insidiosa en la que nos estamos micro-gestionando a nosotros mismos y nuestros comportamientos y somos micro-gestionados por otros a través de códigos de comportamiento, por ejemplo, para cumplir con los estándares particulares de este sujeto que no cuida y siempre es competitivo e infinitamente flexible.
Como dije, esto no es nuevo.
La universidad está ligada al borramiento violento de los conocimientos y formas de conocer profundamente encarnadas (que también son formas de vida) de los pueblos indígenas, personas de color y todas las comunidades por fuera de la norma. Esta también ligada a la reproducción de este borramiento en el cuerpo político a través de una tentativa (y señalo tentativa pues siempre nos rebelamos y nos resistimos) de producción de sujetos dóciles aptos para el trabajo/consumo y la competitividad global del ‘siglo XXI’.
Todos los conocimientos, linajes de pensamiento, formas de conocimiento que surgen de la experiencia, la lucha y el conocimiento encarnados de estas experiencias y luchas, en este movimiento de capitulación hacia la normalidad y el profesionalismo, son silenciados y se vuelven, en el mejor de los casos, irrelevantes y, en el peor, peligrosos para el buen funcionamiento de nuestro ser profesional y del proyecto de la propia Universidad moderna.
Los huevos de chocolate han provocado una fiebre de azúcar, y otra vez un berrinche, que incluye despertar a mi hija de casi 13 años y golpearla en la cabeza …
j *** se rompió el flujo …
Dudo ahora de la solución del huevo de chocolate!
Le he prometido innumerables regalos virtuales de Lego…
- Bueno, respiro de nuevo y sigo. Entonces, ¿por qué todo esto es importante? ¿Por qué podría ser importante desarrollar este tipo de cuestionamientos y debates críticos entre nosotras como educadoras y organizadoras críticas (dentro y fuera de la educación formal) en este momento?
Ofrezco algunas breves reflexiones a continuación.
Bueno, de entrada y aunque apresurada y breve, espero que mi mini crítica demuestre cómo un artículo tan corto puede contribuir a la normalización de modos de (des)razón, lógicas de vida (o anti-vida) y discursos de profesionalismo y normalidad que causan daño. Cómo es una otra micro-violencia, otro pedacito doloroso en un discurso general violento colonial, patriarcal y capitalista de lo que la educación puede y debe ser, y por extensión, lo que podemos y debemos ser como intelectuales / ciudadanas / sujetas.
En segundo lugar, he estado enseñando economía política internacional feminista recientemente, y hemos estado leyendo críticas y análisis feministas del Virus Corona, y por supuesto éstos notan que este momento plantea preguntas sociales sobre aquello que valoramos, qué trabajos reconocemos y de qué tipo de sociedad (y yo agregaría la educación como un proyecto de vida y una vida bien vivida) es la que fomentamos.
Al frente, a menudo hay mujeres y trabajadoras feminizadas y racializadas que realizan los trabajos de cuidado de nuestras comunidades: enfermeras, trabajadores de caja, conductoras de reparto, trabajadoras agrícolas, recolectoras de frutas con trabajos considerados de poco valor en las narrativas dominantes de trabajo y valor, y a menudo con vidas consideradas con menos valor, ya que son tratadas como ilegales e indeseables.
Al frente de nuestras casas (donde se nos insta a continuar con la normalidad) están las mujeres y los sujetos feminizados que hacen posible la existencia y supervivencia de nuestras comunidades y familias, y la posibilidad de que alguien pueda sentarse frente a la pantalla de una computadora y dar una conferencia / seminario de zoom en vivo.
Entonces, que es lo que se nos plantea ahora, en este momento, cuando las labores de cuidado y la reproducción están generalmente devaluadas e invisibilizadas, y la reproducción de nuestras comunidades comúnmente son llevadas a cabo por mujeres. Cuando nuestras comunidades racializadas y feminizadas son obviamente centrales para la supervivencia y reproducción de nuestras comunidades: ¿qué es lo que “nosotras” decidiremos valorar y en donde centrarnos la re-imaginación de nuestras comunidades, vidas y educación?
En tercer lugar, es hora de volver al cuerpo, al desorden de nuestra experiencia, a las complejidades de nuestras vidas-vividas como fuentes de conocimiento y sabiduría para la respuesta colectiva, compartida y múltiple a las preguntas planteadas anteriormente.
Es hora de centrarnos en los conocimientos, sabidurías y formas de vida de las comunidades indígenas, negras y comunidades otras de clase trabajadora que desde la fundación de la Universidad Moderna han sido negadas, silenciadas y denigradas, pero que continúan sobreviviendo.
Es esencial darnos cuenta de cómo esta supervivencia, y estos seres-conocedores y formas otras de vida que nutren la vida, a nuestras vidas y a nuestras comunidades de manera solidaria y recíproca, es profundamente pedagógica.
Por pedagógico quiero decir que brindan al corazón de nuestras imaginaciones colectivas, la atención a los procesos, prácticas y formas en las que llegamos a conocernos y comprometernos con nosotras mismas, con las demás y con el mundo vivo y en el proceso de crear transformación. Por supuesto, estas tradiciones no delimitan lo pedagógico o lo pedagógico a un conjunto de métodos o comportamientos tecnocráticos como lo sugieren los tipos de artículos que originaron en primera instancia esta discusión.
En cambio, se toman en serio el “cómo” (y en múltiples sentidos) encarnar formas otras de vivir, amar, crear y ser, encarnando la razón y reconociendo que “somos quienes hemos estado esperando”.
He agregado en las notas a pie de página un par de textos donde desarrollo este tipo de crítica afirmativa con mayor detalle y combinando perspectivas feministas y decoloniales y basadas en las luchas, las supervivencias y las sabidurías propias y de mis comunidades.
Hay un silencio extraño y el cubo de huevos de pascua ha desaparecido…
es hora de parar, preparar el desayuno y de tratar de descansar un poco
Sara C. Motta es un académico-activista en las intersecciones de género, conocimiento y cosmología en las nuevas formas de democracia popular y transformación social en América Latina y Europa.
[1] Este video (en inglés) es acerca de la necesidad del llorar, no de normalidad, es acerca de nuestro derecho al duelo, y de la capacidad de éste para hacer despertar nuestra alegria rebelde e indomable en el regreso a la ‘normalidad’ después de Covid.
[2] (Nota de la Traductora: Este es un articulo en Ingles donde quien escribe recomienda a quienes enseñamos como debemos presentarnos frente al aula virtual y que ha generado una serie de respuestas de profesoras y docentes alrededor del mundo y que instigo a Sara C. Motta a escribir la presente reflexión.